viernes, 11 de diciembre de 2009

Ojalá vivas tiempos interesantes, 1 (¿y 1?)

Me ha irritado hoy sumamente una noticia aparecida en la home del diario El País. Se refiere la "noticia" (vivimos en un mundo entre comillas) a un señor de San Diego, de 29 años, que ha alcanzado el éxito gracias a Twitter.

La fantasía informativa que se ha tragado El País es como sigue: X volvió a casa por fracasar (intentó el éxito en Los Ángeles) y se instaló con sus padres. El progenitor, septuagenario, era un hombre brusco y corrosivo, cuyas frases punzantes hacían las delicias de su hijo. X vio entonces la luz, y un mac, seguramente. Lo encendió, abrió una cuenta de Twitter y en ella fue colgando las frases "geniales" de su padre. La cuenta "espontáneamente" ha llegado a tener casi un millón de "seguidores". Ahora van a hacer un libro y una película.

La realidad conspiranoica que propongo es muy otra: Efectivamente, X no pudo salir adelante como GUIONISTA en Los Ángeles. Volvió a casa y, movido por una frase que su padre dijo un día, se le ocurrió crear un personaje, que sería su padre, y escribirle unas frases bastante malas, las verdad, típicas de teleserie de los 90. Seguidamente, comenzó el trabajo duro: marketing himself. Consecuencia: el "éxito".

La función del periodismo, a diferencia de la de Hollywood, no es ofrecer a la gente "sueños"; es ofrecerles la verdad. En esta noticia, El País fabrica un sueño, en una muestra de candidez profesional que me resulta intolerable. Ni una sola vez se llama la atención sobre el hecho de que todo pueda ser una farsa. Parece que los niños perdidos en globos, que no estaban perdidos, pero que toda la prensa MUNDIAL sacó para nuestro absurdo deleite, no han enseñado nada a los profesionales de los medios, que siguen dando pábulo a cualquier historia con mordiente que les llega a las redacciones.

Sospechoso es que mister X trabajara de guionista en Los Ángeles; sospechoso, que Kevin Smith sea su fan; muy sospechoso que mister X afirme "Lo activé creyendo que no lo miraría nadie, y una mañana me desperté y tenía 10.000 seguidores". Sospechoso, mucho, que su padre diera su consentimiento a cambio de "no conceder entrevistas" ni recibir "los beneficios".

Mister X lo tiene todo pensado, considero.

Hay dos aspectos que me interesan de esta fantainformación, como debería llamarse al nuevo género periodístico de los niños perdidos en sus globos. Uno se refiere a cómo los medios siguen apostando por el sistema mediante el relato continuado de cuentos de Cenicientas. Se da a entender que, en este mundo, "pasan cosas bonitas", puras, tiernas, absolutamente humanas, y que se ven planetariamente reconocidas de manera espontánea: se evita así reconocer que todo es control.

La otra se refiere al mundo literario. Desde que determinada escuela de crítica consideró fundamental para la lectura de un libro el conocimiento de la intimidad de su autor, ha proliferado mucho más la calidad de la intimidad del autor que la calidad de los libros. Antoni Casas Ros, Rubén Gallego o James Frey son ejemplos disímiles. Uno, desfigurado en un accidente; otro, criado en orfanatos rusos; otro, loco de atar en una clínica por culpa de las drogas y el alcohol. Todos han recibido la atención de los medios porque lo que contaban en sus libros era "real". Sin embargo, Frey vio investigada su vida, y en la medida en la que lo que contaba no era real al cien por cien, la sensación de sus lectores y de sus avalistas fue la de haber sido estafados.

No deja de ser simpático, también, la posibilidad que en un mundo como en el que vivimos (sociedad del espectáculo) tiene un creador de crearse a sí mismo, de ser su mejor obra, dejando su "obra real" como un mero satélite que le da las vueltas. Muchos encontrarán deliciosamente postmoderna esta idea: estar en casa, no pintando o escribiendo, sino diseñando al que pinta o escribe, y luego pintando y escribiendo (con menor esmero), para resultar en un producto con artista peculiar incorporado.

Sin embargo, me pregunto si no podría uno escribir una novela sobre maltrato de género, y luego encontrar una amiga con poca vergüenza que acepte representar el papel de: mujer maltratada que ha escrito una novela "real" sobre su experiencia, y luego venderla a una editorial mayor e iniciar un marketing ourselves soterrado, para acabar en el "éxito".

Me pregunto qué diría eso de nosotros.

En cuanto el punto de mira se aleja del producto cultural, y se fija en su autor, que a su vez es un producto cultural, pero no reconocido, se produce el efecto pernicioso de estos tiempos tan interesantes que vivimos: reconocimientos para creadores en virtud de lo que son, y no de lo que crean.

Así las cosas, el siguiente paso es que determinados artistas dejen de crear, sin dejar por ello de ser "artistas", lo que sería muy de agradecer.