viernes, 11 de junio de 2010

Éxito

Acabo de leer una entrevista con Esther García Llovet en la que afirma que de su anterior novela, Submáquina, se habrán vendido, como mucho, 300 ejemplares.

Ahora mirad hacia aquí: el pasado jueves estuve en el programa 24 horas de RNE, junto a Jesús Ayuso (Fuentetaja) y Julia Navarro, que venía directamente de la feria del libro.

-Me duele la mano de firmar -nos dijo nada más llegar.

Había firmado 420 ejemplares esa tarde.

Podéis ver la entrevista de Llovet aquí; y escuchar la charla en RNE aquí.

Y ahora vamos a pensar sobre todo esto.

1.

Submáquina es uno de los mejores libros publicados en España el año pasado. Esther García Llovet (a la que no conozco en persona, ni por mail) afirma que tardó tres años en encontrar editor para su texto. Fue finalmente Salto de página (dios bendiga este sello) el que se atrevió con el libro.

Sus ventas no sorprenden a nadie que se dedique a la literatura: sorprende que la autora las diga. Sus ventas, de hecho, son normales. Los libros, las novelas, se venden por cientos, por mucho que la imagen social del escritor esté configurada a partir de autores multimillonarios que viajan en la parte de atrás de un Rolls Royce.

Uno de los secretos mejor guardados de la literatura es que la literatura es miserable, que escribir y publicar libros no da ni para comprar el periódico donde sale la crítica de tu libro; que de hecho la crítica de tu libro en El Cultural la lee mucha más gente que tu propio libro.

¿Por qué Submáquina no ha vendido 100.000 ejemplares? Lo diré claramente: no tengo ni puta idea.

Sobre todo cuando comparte territorio narrativo con un autor de ventas cuantiosas, Roberto Bolaño. Al igual que en 2666 o Los detectives salvajes, la acción se sitúa en un México violento y sexual, descarnadísimo. La diferencia con Bolaño debe de ser muy grande, en vista de la escasa acogida de Submáquina. La mayor que yo veo (diferencia) entre ambos es esta: Esther García Llovet escribe infinitamente mejor que Roberto Bolaño.


2.

Suena mi móvil. Que si quiero participar en un debate sobre la feria del libro en RNE. Claro, cómo no, ¿quién más va? (Quizá hay ya 40 nombres con los que no quiero compartir espacio: no se lo digáis a nadie.) Me dicen que están buscando; quieren un librero y, también, "un autor distinto a ti, uno que venda mucho".

Sic!

Ese autor fue Julia Navarro. No he leído ningún libro suyo: no se puede leer todo. Sin embargo, respeto puntillosamente su trabajo. A fin de cuentas sólo escribe libros y sus libros se venden por cientos de miles. ¿Qué va uno a objetar a eso?

Sin embargo, el encuentro (podéis escucharlo) fue algo dantesco. El locutor se refería a mí constantemente como a un autor novel, cuando, de hecho, yo he escrito y publicado más novelas que Julia Navarro. Si alguna vez la expresión "artista incomprendido" ha rondado mi ego, ha sido en ésta.

Me resultó imposible aclarar que vender millones de libros no es algo que se me pase siquiera por la cabeza. Me resultó imposible entender cómo el locutor, un periodista, alguien con cierta cultura, podía ignorar de modo tan humillante el valor de la literatura.

El momento más bajo de estas impresiones llegó cuando el locutor quiso dar noticia de los libros que yo llevaba publicados. Le dije que había publicado seis, y él puso una cara, y supongo que una voz, que daba a entender su pasmo: ¿llevas seis novelas publicadas y aún no eres nadie? Mal lo llevas, chico.


3.

El locutor le preguntó al librero sobre cuánto tenía que vender un libro para ser considerado un éxito. El librero, señor Ayuso, dijo que 3.000 ejemplares.

La mayoría de los escritores no vende 3.000 ejemplares, por supuesto.

Esta apreciación sobre qué es un éxito me hizo pensar en qué era un éxito para mí, de manera objetiva, casi estomacal. Y concluí en varias obviedades que, sin embargo, nunca había verbalizado.

Una era que para mí un éxito, una novela de éxito, es aquella que simplemente me gusta. Que me gusta mucho. Submáquina es un éxito absoluto. Yo quiero escribir Submáquina, escribir España (Manuel Vilas), escribir Ventajas de viajar en tren (Antonio Orejudo). Quiero tener esa clase de éxito. Las ventas de estos libros me son indiferentes.

Repito: no es una actitud de envolvente bondad, ni de piedad compensatoria. Es, con exactitud, lo que siento.

Esto se traduce además en otro hecho relevante. Supongo que muchas personas considerarían todo un honor, y un placer, y un vértigo, conocer en persona a Julia Navarro. Para mí, y lo digo con un respeto inmenso: de verdad, conocer a Julia Navarro no me puso nervioso, porque no siento ninguna admiración por ella.

Sin embargo, conocer a autores que admiro, que han escrito un éxito para mí, me pone efectivamente nervioso, como si estuviera ante alguien excepcional.

Si Samuel Beckett, por ejemplo, que de algunos de sus libros vendió 6 ejemplares, estuviera vivo, y me lo presentaran, y mi mano fuera hacia su mano, yo sentiría que estoy tocando a Dios.

4.

Tengo ante mis ojos Las crudas, el nuevo libro de Esther García Llovet. Publica esta vez Ediciones del Viento. Su primer libro, Coda, lo publicó Lengua de Trapo. Curiosamente, tengo sus tres libros porque sus tres editores me los han dado. ¡Así cómo va a vender, la pobre!

Entiendo que esta autora tiene un problema: no se nota suficientemente que quien escribe es una mujer.

Al parecer, la delirante pasión por la paridad que constituye el desnortado objetivo moral de políticos y periodistas a día de hoy no acaba con que haya tantos directores de cine como directoras de cine, tantos escritores como escritoras. Va más allá. Una vez que tengamos por fin ese 50/50, los promotores de esta visión infantil de la realidad esperarán que el 50% femenino dirija películas y escriba libros que traten sobre la mujer; y más: que traten sobre la mujer oprimida o heroica. Por tanto, si una mujer hace películas o escribe novelas que no traten sobre mujeres, o que traten sobre mujeres pero sobre las malas, las crudas, las crueles, los pastores de la paridad tendrán que sacar el cayado y expulsar a estas mujeres confundidas de su redil del arte inane.

Me parece tan obvio, y tan ridículo, que no soy capaz de ahorcarme de asco siquiera.

No hay más que ver la diferencia de trato social y mediático que reciben determinadas escritoras en comparación con las militantes de la feminidad, supuestamente también escritoras. Desde Belén Gopegui a Cristina Sánchez Andrade, podemos localizar a un puñado muy digno de talentosas "mujeres" (el entrecomillado es facultativo) que no necesitan de la analfabeta ayuda de un par de ministras de familia influyente para ser respetadas.

Bastaría con que se tomaran la molestia de leerlas.

En esta misma línea de delirio podemos inscribir el nuevo premio Príncipe de Asturias de las Letras. Los titulares rezaban: "Amin Maalouf logra el Príncipe de Asturias (de las Letras) por fomentar la tolerancia."

¡Menos mal que no se lo han dado por escribir bien!

Se me está resquebrajando las consistencia del post, lo sé, pero no quiero dejar de apuntar otro titular.

Shakira da un concierto, y los periódicos dicen: "Shakira arrasó moviendo sus caderas en Rock in Río."

Sin comentarios.

Así que apuntemos, por favor, en la moleskine:

éxito=vender mucho
escritor bueno=buena persona
escritora buena=defensora de la mujer
cantante de éxito=tía buena

Si eres mujer, y estás buena, canta; si no, escribe sobre machismo.

Un saludo a los seguidores de Jacques Derrida. Y muchas gracias.