miércoles, 30 de octubre de 2013

raudo #36

Primero -cómo no- fue Google, a través de su Gmail, y ahora Yahoo se suma a esa práctica estética o a ese modo de entender la correspondencia electrónica que consiste en mostrar las primeras palabras del mensaje antes de que uno lo abra, como si una carta te llegara, te hubiera llegado alguna vez, a medio abrir, o en sobres con ventanas caprichosas que permitieran leer algunas de las frases, algo que siempre despertaría suspicacias, las hubiera despertado, porque una carta a medio abrir, mal cerrada, rota, no es una carta como dios manda, el secreto y la exclusividad de la palabra, sino verbo averiado, y así, Yahoo, como primero Gmail, nos sabotean la decisión de no saber, de no saber de momento, algo que yo hago a menudo, dejar un correo electrónico sin abrir porque no me apetece su incursión en mi rutina, ese día en concreto, porque trae malas noticias o porque trae tareas, implicaciones, desvíos de la actividad, algo que ahora será más difícil de hacer, pues Yahoo quiere que sepas enseguida, que muerdas el anzuelo de la comunicación, como un cartero que te entregara las cartas en mano a la puerta de tu casa y, cuando vas a cerrarle la puerta, te dijera: Ésa, esa de Japón; ésa.

martes, 29 de octubre de 2013

raudo #35

200.000 seguidores en Twitter tenía una web cultural que ayer cerró debido a "un problema de financiación", lo que lleva a pensar que todo el amor del mundo es poca cosa dentro del sistema capitalista en comparación con un banner de El Corte Inglés.

lunes, 28 de octubre de 2013

raudo #34

Pensar en la muerte desde los presupuestos más obvios, al hilo del fallecimiento o no fallecimiento -fallecimiento fue- de Lou Reed, que, durante dos o tres minutos, estuvo vivo y estuvo muerto en la red social Twitter, donde a menudo muchos mueren de mentira y no es tan fácil distinguir -durante dos o tres minutos- si alguien -alguien famoso- se ha muerto a ciencia cierta, para siempre -¿por cuánto tiempo nos morimos?, Neruda-, siendo esa "ciencia cierta" la ciencia que demanda las obviedades: que uno se muere cuando deja de estar vivo (pero uno nunca sabe que está muerto; uno nunca se sabe muerto), que otros, el círculo próximo, sí saben que uno ha muerto porque contemplan el cadáver -la verdad del cadáver, gobiernos que matan terroristas y necesitan una fotografía del cuerpo abatido; madres que no creen que sus hijos hayan muerto porque no apareció un cadáver: la muerte como dato frente a la muerte como objeto-, que otros, el círculos de amigos y conocidos, lo saben porque alguien que lo ha visto muerto se lo ha dicho, y su decir no puede tomarse a la ligera, pues una broma de esa gravedad -mi padre ha muerto, le dijo Antoine Doinel al maestro- no tiene gracia y no puede hacerse; y que el resto, los círculos concéntricos de aquellos para los que la muerte de alguien puede siquiera llegar a significar algo -no hay significado alguno en la frase "Lou Reed ha muerto" si no se sabe quién es Lou Reed: la ignorancia es un lugar donde no se muere nadie- lo sabrán ya en virtud de una tercería cada vez menos autorizada y rigurosa, gracias a la intermediación de voces que se hacen eco de otras voces que se han hecho eco de otras voces que se hicieron eco de otras voces que se habrían hecho eco de voces quizá por fin fiables en una sucesión de modos verbales y modulaciones de un silencio -el cadáver- que, durante dos o tres minutos (de saber a saber que se sabe) consiguieron que una persona dejara de estar viva y, al mismo tiempo, dejara de estar muerta.

domingo, 27 de octubre de 2013

raudo #33

Vía David Markson, Pascal: Discúlpame por haberte escrito una carta tan larga, pues no tuve tiempo de escribirte una corta.

viernes, 25 de octubre de 2013

jueves, 24 de octubre de 2013

raudo #30

Lechazo, la simpática, castiza palabra que empleó la autora nacida en los años sesenta -en una charla donde yo me encontraba entre el público- para condensar la idea de que, como ella, como tantos, como yo, el autor joven se llevará una sorpresa atroz si calcula que podrá vivir de los libros que escribe.

miércoles, 23 de octubre de 2013

raudo #29

Sólo veinticuatro frases componían la última novela que publicó Friedrich Dürrenmatt, titulada El encargo, cuya primera edición en español alcanzaba las 144 páginas.

martes, 22 de octubre de 2013

raudo #28

Aunque algunos de estos pequeños textos, después de todo, sí que pueden tener una intención claramente comunicativa, el deseo de mostrar, incluso desde una vanidad pueril o un ego mal controlado, pues no otra cosa podrá verse en este mismo que ahora tecleo, sonriente o, al menos, poseído por el duende de la ironía, pues, tras leer aquí y allá comentarios sobre el raudo más leído de la serie, el #18, comentarios que apuntaban a -prácticamente- mi genialidad a la hora de hacer promoción de libros cuyo éxito o fracaso me son indiferentes, a una como capacidad a lo Walter White para conocer el orden del mundo y dominarlo con una simple sucesión de palabras -sospecha que, de tan halagadora, siente uno mucho desmentir-, caigo en la tentación de comunicar -ahora sí- a los lectores y merodeadores de esta serie mi simple, basto, nada sutil concepto de lo que es la publicidad:
México DF

lunes, 21 de octubre de 2013

raudo #27

La tentación -a la que me rindo ahora- de escribir un texto donde informe de que estos breves pasajes que voy publicando en el blog no tienen la intención de comunicar nada, de comunicar nada a nadie, y mucho menos a las personas que puedan o no estar detrás de las difusas referencias que se encuentran en ellos, sino sólo la intención de decir, de decir algo a nadie, como confidencias enajenadas que no han de ser tenidas en cuenta.

domingo, 20 de octubre de 2013

raudo #26

Ser incapaz de elegir entre la risa y el escándalo ante la afirmación por parte de un autor nacido en los años cincuenta, y prescriptor literario durante las últimas tres décadas desde púlpitos privilegiados -de libros que nunca sentí realmente la necesidad de leer-, de que él, hasta ahora, nunca había leído a Thomas Bernhard.

sábado, 19 de octubre de 2013

raudo #25

La sensación -caprichosa y juguetona, bien es cierto, pero intuitivamente muy firme- de que la mediocridad de un autor es directamente proporcional al número de personas que, de una u otra manera (al principio del libro, en dos o tres páginas finales; en cada cuento o en cada poema)- incluye en las dedicatorias.

viernes, 18 de octubre de 2013

raudo #24

Jugando al ajedrez en chess.com, partidas rápidas -cada jugador dispone de 3 minutos- (algo que no aleja el juego de su tedioso original, pues mover más rápido no equivale a mover otra cosa, sino a ahorrarse el rodeo de la cavilación: algo similar, pensé hace tiempo, a lo que sucedía cuando uno era estudiante de bachillerato y sacaba sobresaliente en Historia después de varios días previos repitiendo decenas de veces los distintos temas, cuando en verdad habría obtenido sobresaliente también si los repasos se hubieran reducido a la mitad, o incluso a uno o dos), descubro justo ahora -y son miles las partidas que jugué- que también del ajedrez puede decirse lo que tantas veces se dice del fútbol: que es un esquema un prototipo una simulación de la vida, el magma reducido a líneas fundamentales, a principios básicos: el objetivo, la estrategia, la derrota, la recuperación, la suerte, la maldad -jugadores que pueden dar jaque mate en el siguiente movimiento y prefieren devorar los restos de tu ejército: humillarte-, la generosidad -un error que pone en peligro tu dama (comida fácilmente por un caballo) y el adversario (se nota en que piensa de más) no lo hace: la perdona-, el estrés -tu reloj indica 20 segundos; el de tu rival, 21: se pierde por tiempo, también-, el ánimo de superación -jugar 10 partidas seguidas con un jugador mucho mejor que tú y perderlas todas y querer jugar la undécima-, la madurez: de pronto no pierdo, de pronto gano a todos mis rivales, incluso a aquellos que tienen una calificación muy superior a la mía: no dejo de jugar durante dos o tres días sin que nadie me gane, como si milagrosamente me hubiera poseído el espíritu de un Kasparov o de un Capablanca, el hecho de saber que voy a ganar hace que vaya a ganar, la confianza absoluta en una especie de iluminación ajedrecística es tan obscena que, incluso cuando pierdo por un peón o dos, sé que voy a ganar: y gano, y cuando no juego reflexiono sobre ello y me doy cuenta de que lo que me hacía perder antes no era apresuramiento, ignorancia, inferioridad, era algo peor: era pasión, que jugaba con tanta pasión que no pensaba -el pensamiento puro es matemático, apático-, lo que me lleva a considerar que, si juego sin pasión, ganaré siempre, porque hay una lógica y una precaución netamente intelectuales, invencibles, pero cómo hacer algo sin pasión cuando te apasiona -me pregunto-, y más: qué sentido tiene hacer algo sin pasión y hacerlo bien -me pregunto-, hasta que un día vuelve a mí toda la pasión por el ajedrez -inmensa, obsesiva, satisfactoria-, y entonces pierdo.

jueves, 17 de octubre de 2013

raudo #23

La frase que, como tantas, me viene de vez en cuando a la cabeza -una novela, un cuento, un ensayo sobre el recuerdo de la frase-, esa que dice: yo no tengo amigos tontos, o, dicho de otra manera, todos mis amigos son inteligentes, frase que oí hace tiempo y que, de una u otra manera, he visto reformulada por varias de las personas que he tratado a lo largo de los años, y que me hace pensar, también, en esa práctica entre escritores, la de alabar el libro del amigo, siempre, la de considerar en público, siempre, que la nueva novela de un amigo es excepcional, necesaria, como si la amistad, tanto en la frase y en sus reformulaciones como en la práctica amical-crítica, fuera una cuestión arancelaria, una oposición, sucesivas pruebas de nivel, de modo que se elige a los amigos tras someterlos a examen -pero la familia no se examina-, y así luego puede afirmarse que son inteligentes, que son grandes escritores, pues se leyeron sus libros antes de decidirse por su amistad -un autor español, años 70, ironizaba en su blog: sólo acepto amigos que escriban bien-, cuando, a fin de cuentas, lo mejor que se puede decir de los amigos, lo más elogioso, es que no son los mejores escritores del mundo.

miércoles, 16 de octubre de 2013

raudo #22

Leo un post de un autor nacido en los años 60 sobre un ránking de mejores poemarios españoles publicados en los últimos 35 años, ránking que el autor desecha enseguida con la resignación del que sabe -y no puede decirlo- que la democracia -el voto de varios- no siempre elige lo mejor, ni aun lo segundo mejor, y se me ocurre -o se me impone- elegir a mi vez los 10 mejores poemarios españoles de los últimos 35 años, como juego, como reto, como mira-a-ver-si-tú-lo-haces-mejor, y no es fácil, nunca es fácil ese puesto de cancerbero del talento de los demás, pero me pongo sincero, y simple, y empiezo a recordar poemarios desde 1980 (aprox.) que puedan haberme gustado -al menos en su momento-, y me acuerdo de estos diez: Teoría solar, de Vicente Valero, Diario cómplice, de Luis García Montero, Obra poética, de Eduardo Haro Ibars, La educación física, de Pablo Fidalgo, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, de Blanca Andréu, [lo que sea que publicara en esos 35 años], de Leopoldo María Panero, El fósforo astillado, de Juan Andrés García Román, [evidentemente, aunque no sea su mejor libro, el que toque de:],  Claudio Rodríguez,  [no me gusta nada PeCasCor: pero nombrarlo haría que corriera el aire], La caja de plata, de Luis Alberto de Cuenca, [el poemario ferroviario de Antonio Hernández: en la reserva; y también Juan Carlos Suñén y, más abajo, Mestre], [hombre, no puede faltar:] Las afueras, de Pablo García Casado, [posibilidad de salpimentar la lista con algún poeta terrible, sucio: Roger Wolfe o David González], [echo cuentas: sólo falta uno:] Hilos, de Chantal Maillard.

martes, 15 de octubre de 2013

raudo #21

Siendo el mal o el Mal o el Mal Absoluto un tema tan socorrido en las novelas últimas de países que nada tienen que narrar -España- o en los autores que nada tienen que narrar -los españoles-, y siendo un asunto, el Mal o el mal o el Absoluto Mal, que apenas me ha interesado nunca para escribir yo mismo sobre él -un autor español o latinoamericano de 30 o 40 años escribiendo sobre Auschwitz: por favor-, atiendo sin embargo con enorme inquietud -diríase que estética, literaria, narrativa- a pequeñas manifestaciones de una maldad particular, aquella que se emite, se practica o se lleva a cabo desde una suerte de legitimación, como aplaudir y hasta vitorear la caída de la industria musical porque en los años 90 amasaban fortunas descomunales, como alegrarse por el despido como columnista de un director de cine que bromeó -precisamente- sobre el Holocausto, como la facilidad con la que cualquier ataque contra alguien que alguna vez incurrió en el delito o en la inmoralidad es celebrado visceralmente, decenas de pequeñas sevicias intrascendentes, casi veniales, pero encarnadas en personas que a buen seguro tienen una gran opinión de sí mismos y de sus principios éticos, y sin embargo hay como un anhelo de fisura en la propia honra -por decirlo a la antigua-, en la propia reputación, un oportunismo rabioso, que espera en medio de la histeria la ocasión de hacer de la crueldad un ejercicio de irresponsabilidad que sea pasado por alto: ese es el mal que me interesa.

lunes, 14 de octubre de 2013

raudo #20

El comentario, oído a un autor maduro, de que si bien en un principio la llegada a España del Índice Nielsen parecía beneficiosa para los autores -pues impediría que algunos editores escamotearan ejemplares vendidos en sus inapelables liquidaciones -, al cabo ha resultado ser una herramienta para rebajar los anticipos, pues un editor puede saber de forma fiable cuánto ha vendido un autor en otro sello y hacerle una oferta, ya no basada en su reputación, sino en su más exacto valor mercantil; es decir, los escritores nunca quisieron que se supiera cuánto vendían, sino cuánto no les decían que vendían: el agujero negro de sus ilusiones.

domingo, 13 de octubre de 2013

raudo #19

Mientras uno ve apresuradamente Breaking Bad al objeto de poder entender la realidad -de qué habla la gente es la realidad o, al menos, su semblante-, varias ideas se anteponen a las escenas más anodinas de cada capítulo -incluso a capítulos por completo anodinos-, como qué personaje secundario es mi favorito de todas las series de televisión que he visto (Omar Little, en The Wire, Peggy, en Mad Men, Hank en esta Breaking Bad) (amén de considerar que el protagonista nunca será mi personaje favorito, porque su carácter ya se ha fundido con la serie entera, y la antonomasia no genera gustos), como la paciencia que uno tiene (capítulo "Fly", tercera temporada) con el relato audiovisual seriado, donde uno puede estar 45 minutos aburriéndose sin tomar nunca la decisión de abandonarlo (yo no aguantaría 45 minutos aburridos en una película, sin embargo), como la facilidad con la que, capítulo tras capítulo, puedo anticipar lo que va a suceder, no por la lógica de la historia, sino por la lógica propia del que escribe la historia, por los mecanismos de la ficción y de esta ficción en particular (los personajes son las intenciones del autor); como el interés mayor que para mí tienen -interés, de hecho, casi exclusivo- las escenas de violencia de Breaking Bad, frente a las escenas de vida familiar o de conflictos de pareja -soporíferas-, pues la violencia (piernas cortadas, disparos en la cabeza, palizas que deforman un rostro) me da paz.

sábado, 12 de octubre de 2013

raudo #18

Parásito, me dice el editor, en relación al, en efecto, sujeto que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo, quizá antes -o quizá justamente después- de responder a mi pregunta -sobre qué publicará el sello el año que viene- con otra pregunta: ¿estaremos aquí el año que viene?, y quizá después -o justamente antes- de que yo le contara que el sujeto que vive a costa de y alimentándose de y depauperándolo sin ya tiene el libro que acaba de darme -el libro fotografiado en el anterior post-, ese libro donde 20 personas colaboran por apenas nada, y que yo he hecho por nada, y que la editorial ha hecho para ¿estaremos aquí el año que viene?, ese libro, amigos, y le señalo -le ilustro sobre- un comentario delicioso en un blog, donde el sujeto que vive a costa de desvela (sonrisas) la lista secreta (sonrisas) de los autores (20) de nuestro libro, pero no por orden alfabético, como aparece en las diversas notas de prensa enviadas desde hace meses a varios medios de comunicación, ese orden alfabético que figura también en la cubierta del libro, cubierta que algunos autores han colgado de hecho en facebook, sino en un orden que podría figurársenos como aleatorio, al buen tuntún, si no fuera porque es exactamente el orden del índice del libro, sólo de ahí puede haberse copiado, sólo de ahí puede haberse copiado si se tiene ya el libro, pero el libro no existía cuando apareció el comentario, sólo el pdf, el pdf que únicamente teníamos la editorial, yo... y los 20 autores, uno de los cuales, una de las cuales, ha de habérselo pasado al parásito, cuya inteligencia no alcanza para cambiar al menos el orden del listado según lo va transcribiendo, ni para darse cuenta de que hay dos autores más en la página siguiente del pdf, dos autores cuyo nombre, por tanto, no da en su desvelador (!) comentario de la lista secreta (!!): es tan simpática la estupidez, es tan miserable la estupidez, llorar hace semanas por la desaparición de una editorial independiente, llorar el parásito, llorar el autor o la autora que le ha enviado el pdf, y después seguir saboteando a editoriales que no saben si estarán aquí el año que viene, saboteando el propio libro en el que aparece tu texto y tu nombre, la ruinosa inversión que se hizo en tu favor, en favor de 19 autores jóvenes más, enviando alegremente el documento, por ver si en lugar de 500 vendemos 450 y así, con suerte, no estamos aquí el año que viene, y será tan simpático, tan miserable, leer, el año que viene, las condolencias del sujeto que vive a costa de y del autor o de la autora que hace con el libro de todos lo que no haría con su propio libro, plañidos y quebrantos como ay-dios-mío-qué-pena otra editorial pequeña que cierra, ay-virgen-santa-qué-contrariedad otro sello independiente que desaparece, ay-ay cada vez se estrecha más el abanico de posibilidades para que publiquen los autores jóvenes y las voces experimentales y los escritores minoritarios, ay qué pena tan auténtica nos dan los caídos por la crisis económica; sí, amigos, qué simpático va a ser oírles, qué miserable.

jueves, 10 de octubre de 2013

raudo #16

Si es sabido que en alemán existe una palabra para el sentimiento de alegría por la desgracia ajena -Schadenfreude-, hay que saber que en España existe un colectivo entero donde este sentimiento es permanentemente alimentado: desde el autor inédito al autor consagrado, desde el crítico odioso al erudito remolón, en bitácoras literarias y redacciones de suplementos o revistas, por correo electrónico o llamada telefónica o en una charla en la barra del bar, como sea, siempre hay alguien que anhela de corazón el fracaso de un escritor, su exterminio, el fin de su palabra, el punto final de su bibliografía, y es irónica y cruel esta esperanza en el dolor del otro, del que escribe, porque el que escribe está siempre caminando al borde del abismo, al borde del silencio, colgando del vacío por el capricho de un editor, y nadie nunca vio publicados todos sus libros en los lugares que quería, en las condiciones deseadas, en los tiempos acordados, ni cobrando, ni fácilmente, ni enseguida, ni los verá, nadie, publicados mañana, pasado mañana, dentro de veinte años: el que aguarda tu desgracia es aquel que la desconoce.

miércoles, 9 de octubre de 2013

raudo #15

Noli timere.

Seamus Heaney a su esposa en un mensaje de texto, minutos antes de fallecer. En latín significa: No temas.

[De un artículo sobre "últimas palabras" en un periódico veracruzano]

martes, 8 de octubre de 2013

raudo #14

Siente cómo te envuelve la magia que nos heredaron nuestros antepasados.
(Eslogan promocional de México en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez)

lunes, 7 de octubre de 2013

raudo #13

Londres después de medianoche, de Augusto Cruz García-Mora; Realidad&Deseo Producciones, de Hernán Bravo Varela; Oficios de ciega pertenencia, de Hernán Bravo Varela; Poesía escogida, de Ernesto Cardenal; A pie,de Luigi Amara; Historia de la literatura española 6/1. El siglo XX, de GG Brown; La fila india, de Antonio Ortuño; Nuevo museo del chisme, de Edgardo Cozarinsky; El arte de enseñar a escribir, de Mario Bellatin.

Export/Import.

domingo, 6 de octubre de 2013

raudo #12

En una cena, una de tantas, una con patrocinio, una para todos, una a la que hay que ir, una a la que nos llevan, a todos, por tandas, en camionetas (SUV), en autobuses demediados, en esa cena, esto: ir con alguien (ella) y esperar al resto para tomar el transporte y cenar juntos, los españoles, los amigos, los conocidos, los reciénconocidos, y no ver venir al resto, pero sí a uno, poco conocido, que se acerca se une se monta en la camioneta con nosotros dos y nos sigue luego por los pasillos del restaurante, donde elegimos una mesa larga medio vacía a cuyo extremo nos colocamos para hacer sitio a los que tienen que venir, los españoles, los conocidos, los semiconocidos, que no llegan nunca, y habla, el apegado, el unido, el incorporado por sus propias razones, y pedimos de beber y hasta cubrimos una parte del mantel respectivo, del trozo de mantel de cada uno, de miguitas de pan, así es el uso que hacemos ya del espacio, cómo nos los apropiamos, entonces, él, autor latinoamericano joven, ve llegar al fondo a alguien, alguien mayor, un editor, Alguien, y convenimos en que vaya a buscarlo y lo traiga a nuestro amplio espacio vacío, todas esas sillas que reservamos ferozmente, mientras las demás mesas se van llenando, y la nuestra misma también se va llenando, se va acercando a nosotros el desconocido, el otro, otros grupos de conocidos o de amigos, de españoles, y el escritor latinoamericano joven se levanta y va hacia el editor, hacia Alguien, y lo veo hablar con él, campanudamente, cachazudamente, así, y veo también como ese editor toma asiento en otra mesa, allá al fondo, y cómo, enseguida, el escritor joven latinoamericano toma también asiento, a su lado, y sigue hablando, mientras su vaso de cerveza con limón (o lima: no sé) se va desgasificando sobre la mesa, a mi lado, junto al vino tinto de ella, y ambos seguimos mirando hacia el final de la sala, hacia las cabezas móviles del editor Alguien y del escritor joven latinoamericano, que no vuelve nunca la cara hacia nosotros, que no vuelve él mismo nunca a nosotros, a su silla, su mantel migoso, su limón en la cerveza, sino que resiste allí su posición, su posicionamiento, consciente de haber encontrado ya el mejor sitio posible para sus intereses.
Y el asco.

sábado, 5 de octubre de 2013

raudo #11

El autor de una de las novelas sobre drogas más conocida en los años 90, que dio lugar a la película sobre drogas más conocida de los años 90, película donde muchos de mi generación vimos por primera vez el modo de inyección de la heroína, y la delgadez extrema del heroinómano, y la desoladora habitación donde vive, y sus padres desesperados, y bebés arrastrándose por el techo, vómitos, mierda, crimen, muerte, ese autor, ahora, hoy, ayer, se enfada olímpicamente porque el hotel donde se aloja carece de un gimnasio equipado a la altura de sus exigencias.

jueves, 3 de octubre de 2013

raudo #9

En una de las pantallas de televisión que corona el amplio ventanal del estudio de radio están emitiendo el nuevo videoclip de Miles Cyrus, ese en el que la cantante -en bragas y sujetador- se deja atosigar por una enorme bola negra de demolición de edificios. Al otro lado del cristal, tres locutores de unos cuarenta años, grandes, sonrientes, ufanos, hablan de las marchas de los maestros contra quién sabe qué reforma del gobierno, manifestaciones que están paralizando la ciudad y dando lugar a altercados y detenciones. Una chica de producción acaba de entrar en el estudio y de depositar delante de cada uno de los locutores un ejemplar de mi novela. Mientras hablan o dejan hablar a otro, cada locutor toma el libro, mira la portada, lo voltea y lee en diagonal la contraportada, lo hojea por sus páginas finales sin abrir el volumen del todo y vuelve a dejar el libro sobre la mesa. Dos o tres minutos después de observar estas inspecciones sumarísimas de mi novela, paso con ellos para realizar la entrevista.

Que resulta excelente.

miércoles, 2 de octubre de 2013

martes, 1 de octubre de 2013

raudo #7

La Roma es una burbuja. Me cuentan.

La Roma es una burbuja. Hicieron una encuesta sobre las preocupaciones de las distintas colonias del DF y en unas ocupaba el primer lugar la delincuencia, en otras la falta de trabajo... En La Roma salió la caca de los perros. 

Me cuentan que una residente hipster artista moderna de La Roma se puso a tejer, se puso a tejer, y tejió decenas de rebequitas y jerseys para después colocarlos alrededor del tronco de varios árboles en La Roma. A la mañana siguiente de esta "sobreestetización", todo el tejido había sido arrancado. La hipster moderna artista residente en La Roma montó en cólera y anunció que iba a quejarse al Gobernador de la Ciudad de México por la intolerancia de la gente hacia las rebequitas con las que ella abrigaba los árboles de la colonia.

Me cuentan.